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Hay veces que me gusta mirarme en el espejo,
solo mi rostro, observarlo atentamente,
y darme cuenta de los pequeños detalles:
- Una ceja más espesa que la otra.
- Una pequeña arruga en el ojo derecho (lo que hace que el eye-liner nunca me salga simétrico).
- Pequeñas marcas que me dejaron las espinillas.
- El único hoyuelo que se me forma al sonreír en la mejilla derecha.
- La diminuta cicatriz que tengo en el lado izquierdo de mi frente, o la que tengo justo por encima del labio de cuando me caí por las escaleras a los dos años creyendo que podría volar...
- El remolino que tengo en el nacimiento del pelo en la parte derecha (lo que hizo que el flequillo recto fuera una pésima decisión).
Son cosas que siempre estarán ahí,
permanentes, mis compañeras de vida.
Simplemente busco quedar inmortalizada en mi propia mente,
que cuando tenga 90 años (si es que llego, toquemos madera)
pueda mirarme al espejo y recordar mi propio rostro...
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