El mejor día depresivo.
Todo empezó con esa típica entrada a tumblr para ver fotos,
la verdad, para lo que tanto os quejáis de que la sociedad no os acepta, a los
pocos que intentamos aceptarnos tal y como somos se nos cae el alma a los pies
al ver a tanta modelo, lo que me llevó a la segunda parte.
La ducha: la verdad es que me considero una bulímica
frustrada, al ver las fotos de tantas modelos empiezo a verme gorda y a querer
vomitar, bendita ducha que tapa los sonidos, aunque ¿qué sonidos? Por mucho que
meta los dedos de ahí no sale nada, tan solo pollos.
Tercera parte, la noche: toca la parte en la que la gente se
va a dormir y tú te quedas despierta a las 2 a.m sin tener ni puta idea de qué
hacer, así que ¿a qué te dedicas? A pensar en tu fantástica y miserable vida,
es lo que viene siendo ‘el bajón’, sí, ese que tanto decís que tenéis en las
redes sociales, ese que cuando de verdad te viene no lo dices en una mierda de
red social para captar la atención y que alguien vaya y te pregunte ‘¿qué te
pasa?’ y tú respondas ‘nada’ y digas en un tweet ‘la mentira más nombrada:
estoy bien’. Parecéis gilipollas, me dais pena, creo que algunas noches cuando
me pongo a llorar también lloro por vosotros, almas en pena que vais rogando un
poco de atención.
Cuarta parte, la mañana y su dilema: Hora de levantarse,
ojos rojos y dolor de cabeza, a parte de oler mal por el sudor de la noche y
que te levantes de mal humor gracias al vecino que está en obra. ¿El dilema?
¿Desayuno o no desayuno? De primeras te resistes, porque dices ‘soy una gorda
¿quieres adelgazar? No comas’ pero al final sin saber como acabas con un
croissant relleno de crema de chocolate, una parte en la mano, otra en la boca
y otra en el estómago.
Quinta parte, la segunda de la mañana: ‘¡Sí, uh, vamos a hacer
deporte!’ venga sufrimos un poco y se hace, pierdes una mierda, como mucho el
croissant del desayuno y ya, no te flipes.
Sexta parte, querida regla: aquí viene nuestra amiga la
roja, a la que debemos nuestra bipolaridad, nuestros bajones, nuestras depresiones,
nuestros arranques de ira, sí, todo eso, llega en su pleno apogeo, lo que yo
llamo las cataratas del Niágara versión sangre.
Séptima parte: quedas con tus amigas, estas feliz, sonríes y
todo, esas risas esporádicas que incluso a ti te sorprenden, pero después de un
rato, lo que quieres es comer y llorar, y lo único que te lo impiden son las
apariencias. Problema: Cuando te quedes sola explotas.
Octava parte: llegada a casa. ¡Ah, queridos padres! No se
sabe si están aquí para darte la vida o para amargártela, parece que vas
mejorando, sí, ¿qué habrá de cena?, ah, espera, dijiste que cenabas fuera para
poder estar más tiempo fuera. Llegas, no sabes cómo ya que has estado fuera
toda la tarde pero eh, que la has cagado, y aguantas la bronca (buéh, aquí servidora
no y contesta, lo que lleva a más cagada, y piensas ‘calladita estás mejor’
pero ¿para qué hacerle caso al cerebro?), en fin…
Novena parte: ducha. ¡Oh, querida fase de relajación! (Una
mierda) tu madre sigue con el runrún y te sigue con las malas caras y el
cabreo, cierras la puerta, pones la música lo que viene siendo a todo trapo y
te la suda todo, en realidad no te la suda porque acabas llorando en la ducha y
con el intento fallido de vomitar, encima como esta vez te sientes peor porque
‘la has cagado’ y sin saber el porqué además te dan ganas de cortarte las
venas, es gracioso porque a veces se suelta la típica pullita que ya no sabes
si poner como real o te lo estás tirando, ‘¿Y qué quieres que haga?¿que me
corte las venas?’.
Décima parte: final del día. Piensas en una manera de
desahogarte y te pones a escribir tus memorias, un diario, a hacer abdominales,
a dibujar, a cantar, a tocar un instrumento, cada persona tiene su manera de
desahogarse, ya llegará el paso 3.
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