El precipicio (Parte 1)

Creo que no me encuentro bien, en realidad, sé que no estoy bien.
Aquí vuelven las ganas de saltar por el precipicio en el que encontraré la paz.
Supongo que al principio dolerá, como cuando naces, supongo que daré mi último grito, solo que no será para pedir ayuda, será de alivio; daré mi último aliento, mi último latido y todo sucederá a la vez; mi vista se desvanecerá solo oiré el pitido de mi tímpano al estallar con la fuerza de la caída y el viento en mi contra…
Pero la fuerza de la gravedad es mayor que la del viento, y la primera es la que va a mi favor.
El problema es que no encuentro el precipicio, estoy perdida, con las ganas de caer pero sin tener donde.
Tengo miedo de encontrar el precipicio, en verdad no es de encontrarlo, sino del cómo lo encontraré, porque si cuando lo encuentro estoy abajo en vez de arriba ¿la poca fuerza que me queda será suficiente para llegar o podré saborear el placer de la caída larga pero a la vez corta?
En mi último intento de mirar el lado positivo lo único que veo es que he podido elegir mi manera de morir, unos eligen las cuchillas, otros la desnutrición, otros simplemente se dejan consumir… pero para mí esos métodos no sirven.
Las cuchillas: ¿y si no te haces el corte lo suficiente profundo? No habrá servido para nada.
La desnutrición: ¿y si alguien te obliga a comer? ¿Y si te das un atracón sin darte cuenta? Puedes vomitar después, sí, pero yo no soy capaz de eso, admito que lo he intentado, pero la sustancia en sí nunca llega, solo llegan las toses.
Dejarse consumir: demasiado lento el proceso, demasiado sufrimiento y yo ya he sufrido suficiente.
Pero el precipicio, el precipicio es rápido y una vez dado el paso ya no hay vuelta atrás, ya nadie puede salvarte, ni tú mismo puedes elegir dar el paso atrás, diste el esencial y a lo hecho pecho.
Y es que noto que estoy subida en una montaña rusa que solo parece subir.


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